Luego de la presentación de este blog no nos queda otra que publicar, porque para eso estamos. Y una manera de expresar algo que nos involucra como grupo es la que nos toca de cerca, tanto en los pasillos de la facultad como en las calles de la ciudad.
Absolutamente todos estuvimos presente en la conferencia que brindó el intedente de Rosario, Miguel Lifschitz. No es mi intención trasladar sus palabras a este espacio sino establecer una simple sensación de lo vivido ayer. Tampoco quiero vincular sus declaraciones a su visión ideológica porque esto generaría discidencias políticas entre los que habitamos el mundo de la democracia. Sólo intento repensar las actitudes de los funcionarios públicos ante una audiencia que por esencia debe buscar respuestas claras en tiempos de cólera generalizado.
Como todo gobierno, tiene sus cosas buenas y malas. Quizás Rosario parece ser un punto clave en el resurgimiento de un partido político que históricamente casi no fue gobernante. Esto a pesar de que los partidos hayan perdido las raíces que los constituyeron. Por eso no es extraño escuchar de Lifschitz reiteradamente la palabra "social", como forma de equilibrar la balanza.
Tengo que reconocer que los periodistas (si ya nos queremos poner ese rótulo) somos insaciables, ¿pero alguien quedó verdaderamente conforme con los dichos del Ingeniero? Se cae de maduro que tampoco debemos generar demasiada discusión ante ciertos problemas sociales que tanto afectan el sentir ciudadano porque lo que no deseamos es la ira de un gobernante como respuesta a una inquietud. ¿Pero acaso alguien se conformó con lo expresado por el intendente acerca del problema del humo en la ciudad? ¿Si el conflicto Campo-Gobierno se pudo haber solucionado en una semana-como él mismo dijo-, por qué demora tanto éste? Sí, la lluvia no ayuda, pero si todos los "quilombos" se los delegamos a los fenómenos naturales estamos fritos, y no por el fuego precisamente.
Nuestro deber es establecer un análisis crítico de la realidad para contribuir a la búsqueda de soluciones capaces de apaciguar conflictos sociales. Los políticos, económicos, etc. están en manos de nuestros representantes. El voto es nuestra arma. El compromiso es de todos. Desde la inconformidad en el buen sentido del término podemos lograr encuentros más profundos y prósperos. Tal vez se necesita más tiempo para que estos acercamientos llenen un poco más la botella de la satisfacción.
